lunes, 17 de agosto de 2015

¿Papá ausente o papá excluido?

Hace tiempo fui a una reunión en casa de una amiga casada y sin hijos. Como siempre, mi marido y yo estuvimos al pendiente de mis niños: jugando, atendiendo, mimando. Días después mi amiga y yo tuvimos la siguiente conversación telefónica:

Ella: Oye, ¡Qué bonito papá es tu marido!
Yo: Claro, ya sé, pero exactamente a qué te refieres.
Ella: ¡Ah! A que estuvo jugando con TUS HIJOS... llevándonos al baño...
Yo: ¡Ah! Entonces yo también soy una bonita mamá porque hice exactamente lo mismo que él.
Ella: ¡Aaah! Pero tú eres la mamá.
Yo: ¡Y él es el papá! No sé por qué te sorprende su comportamiento.

Claro que entendía perfectamente a qué se refería, no es muy común ver a un padre al pendiente de sus hijos, digamos que son una minoría todavía (desgraciadamente). Lo sorprendente es que ella sintiera que tenía que alabar su paternidad, pero mi maternidad no le pareció admirable.

En mi entorno he conocido a muchas mamás que se quejan amargamente de sus parejas: padres "ausentes" que no colaboran con la atención y cuidado de los hijos. De esos tantos hay unos que verdaderamente no merecen el nombre de padre, sino de simples proveedores (algunos ni eso) porque los educaron con la idea de que la atención de los hijos es exclusiva de la mujer y, aunque ellos saben que no es verdad, prefieren su zona de confort; pero también hay muchos a los que no se les ha dado la oportunidad de tener una relación más estrecha con sus hijos, de conocerlos. De éstos últimos quiero hablar.

Por principio, aclaro que me refiero a cierta sección de la sociedad mexicana.


Soy consciente de que hay mucha historia de por medio, años de roles sociales que nos han marcado, de arquetipos forjados en un origen histórico-eclesiástico. Vestigios de antiguas civilizaciones dejan claro las diferencias entre hombres y mujeres: el primero, se dedica a la caza, la manutención de la familia y la guerra, la segunda, gracias a su talón de Aquiles: la maternidad, se dedica a la gestación y crianza de los hijos. Los primeros, tienen la oportunidad de explorar y abrir los horizontes, las segundas viven limitadas para la alimentación y protección de los hijos.

El arquetipo de la mujer mexicana ha sido forjado en una idea nacionalista de los tiempos de la revolución en donde el hombre, quien fue divinamente diseñado para ser la cabeza de la familia (según la religión católica), luchó por ideales sociales, de rebeldía; en cambio la mujer, no es que pensara en esos ideales sino que, al verse sola sin su hombre, tuvo que tomar la decisión entre quedarse desamparada con sus hijos o sujetarse a su hombre y luchar a su lado. Y así fue que surgieron las Adelitas, quienes con el rebozo, sujetaron a su pecho al futuro de la nación y cargaron la escopeta a la espalda; lo mismo disparaban la escopeta, como alimentaban a sus hijos, atendían al marido y a los heridos. Las Adelitas nos llenan de orgullo porque caminaron estoicas, inmutables y sumisas ante los vaivenes de las inclemencias del tiempo, la revolución y su hombre. Y es así que este sentido nacionalista conforma la entelequia de la mujer mexicana, donde ella misma, con su paciencia y tolerancia, da paso a la legitimidad de la injusticia, la desigualdad y la explotación.

Si a lo anterior le sumamos que se tiene la absurda idea de que una mujer sabe qué es ser madre y cómo ser madre por el simple hecho de haber llevado en su vientre a su hijo; con el chip insertado por generaciones del “instinto materno” y la desafortunada idea de que ser madre es sinónimo de abnegación combinada con empleada doméstica; inculcadas por la educación sexista de que para eso nacimos, para ser madres; reforzada por años de “preparación temprana” donde los niños juegan con coches y balones de fútbol y las niñas con muñecas y juegos de té. En resumen: roles establecidos en una sociedad machista.


Si supieran la cantidad de parejas jóvenes que conozco, desempeñando de una o de otra forma ésta idea de roles. Por irónico que parezca, son las mismas mujeres quienes usan frases como: "Los hijos son de nosotras", "es que él no sabe cómo hacerlo" o ellos diciendo: "mi mujer es la que sabe de eso, yo nada más me ocupo de que no les falte nada". Y lo hacen con cierta actitud de orgullo. También he conocido a muchas mujeres quienes, cuando sus cónyuges se animan a cambiar un pañal o dar de comer o cualquier otra cosa por sus hijos, inmediatamente hacen cara de desaprobación, esperando la menor falla para corregir, haciéndolos sentir idiotas. Claro que todo tiene que ver no sólo con la educación impuesta sino con una relación de pareja no sana, pero ese será otro tema.

Y es así que los hombres crecen pensando que nunca podrán ocupar el lugar de la madre de sus hijos y las mujeres pensando que ellas son las únicas que sabrán el cómo, el cuándo, el dónde y el porqué de la educación y atención de los mismos.

Efectivamente, nadie podrá ocupar el lugar de nadie. Los seres humanos, todos, somos de capacidades diferentes. Es por eso que podremos encontrar educaciones similares, más no idénticas. Podremos admirar la música, pero no por eso todos nacemos con la capacidad de ser músicos; podrá gustarnos la historia, pero no todos somos historiadores. Un padre es un padre y una madre es una madre. ¿Y adivinen qué? El instinto materno es tan real como el instinto paterno. Es una vil mentira que la mujer por el simple hecho de ser mujer sepa que cuando su hijo dice “A” es porque tiene hambre, si dice “E” es porque quiere que lo carguen. Como en cualquier relación interpersonal, ese “instinto” se adquiere con el tiempo, con la convivencia. Sí, es muy cierto que, debido a la lactancia, se cree que tenemos mayor contacto con los hijos, mayor apego, pero ¿Saben qué? Lo mismo puede hacer el hombre. Sí, ya sé que sólo las mujeres podemos dar pecho, pero si nos sacamos leche materna para que mediante biberón, vaso o como mejor les acomode, papá tenga la oportunidad de alimentar a su hijo y formar un vínculo o simplemente que papá se encuentre presente en el momento de la alimentación proporcionando palabras dulces, miradas y caricias tanto a mamá como al bebé y después él se encargue de cargar y dormir en sus brazos a su hijo o al hacer colecho sea papá quien proteja con sus brazos a su crío ¿No se estaría creando el mismo vínculo que tanto nos han inculcado que es exclusivo entre mamá y bebé? Y si papá se encarga de los primeros baños, de los cambios de pañal y de enredarse al bebé en el rebozo cuando salen ¿No se estaría reforzando ese vínculo? ¿No estaría conociendo los “A”, los “E” y hasta los “Z” de sus críos?

Cualquier relación se fortalece por medio del contacto, de la comunicación, del amor, el respeto, la tolerancia y la paciencia. 


Afortunadamente cada vez somos más las parejas que criamos con amor, responsabilidad y respeto. Somos más las que vamos trastocando lo establecido, forjando con el ejemplo un futuro mejor para nuestros hijos, lleno de amor y empatía.



¿A que te dedicas?

La pregunta casi obligada que te hace alguien cuando acaba de conocerte. Mi respuesta siempre es: a mis hijos. Luego viene un incómodo silencio, como si resultara tan incomprensible. Pero hay quienes sienten obligatorio agregar: "Lo bueno es que no trabajas", ante tal afirmación, siempre concluyo: "¿Qué parte de que me dedico a mis hijos no me entendiste? Efectivamente, no percibo un sueldo fijo ni tengo las prestaciones de un trabajo fuera de casa, pero SÍ trabajo".

Estoy hasta la madre de 50 sombras de Gray

Sí, estoy hasta la madre de los comentarios sobre 50 sombras de Gray, pero no por el libro ni la película, estoy hasta la madre del interés que le ponen al asunto. Me vale si los comentarios son buenos o malos, lo increíble es la atención que le pone la gente a algo tan banal. ¿Por qué no muestran el mismo interés respecto a todo lo que acontece en nuestro mundo: los genocidios, el poco interés por el planeta, la pobreza, las reformas, el enriquecimiento de todos los políticos, la corrupción, el abuso de autoridad, etc., etc.? De eso sí nadie quiere hablar, a nadie le interesa, nadie se rasga las vestiduras.

Ahora, ¿Quieren hablar de 50 sombras de Gray? Hablemos. Estoy hasta la madre de la hipocresía de la sociedad.

Antes de comenzar, aclaro: leí la trilogía, la película no me interesa verla.

El principal comentario ha sido: es el viejo cliché. Sí, efectivamente, es el viejo cliché, pero, ¿Se han puesto a analizar que el viejo cliché está presente en nuestro día a día? Sin ir muy lejos: ¡Las películas de Disney! Todas y cada una están saturadas de la mujercita abnegada, buena (por no decir pendeja), inexperta en materia de amor, en espera de su príncipe azul que la salve de las desgracias y la haga feliz. Obviamente el príncipe es apuesto, todas quieren con él y su fin es casarse con la princesa para ser felices por siempre. Y si hablamos de libros, lean la biblia, en ella está más que claro que la mujer tiene que ser buena, pura y casta para que sea respetable ante los ojos de Dios y de la sociedad, hecha de la costilla del hombre para hacerle compañía. O los reto a que vean cualquier publicidad donde la mujer es vista como un objeto para placer y satisfacción del hombre. Ahora pasemos a las relaciones interpersonales, conozco a muchas, muchísimas mujeres que viven esperando al hombre que sea tierno, cariñoso, atento, buen amante y que las mantenga; así como conozco a muchos que tratan a esas mismas mujeres como trofeos, como una posesión. Dicen por ahí que, según la oferta es la demanda, ¿No? Ahora, yo pregunto a todos los que son padres: ¿Alguna vez, después de ver una película de Disney, hablaron con sus hij@s sobre lo estúpida que es la princesa y el lamentable machismo del príncipe? ¿Alguna vez, cuando pasó algún anuncio de juguetes, se indignaron por lo sexistas que son?

Por ahí me he encontrado comentarios de que ese tipo de libros crean una imagen errónea de lo que es el amor. Para empezar, estamos hablando de que son libros hechos para jóvenes y adultos, no para niños. Hay una frase por ahí que dice: "Si educas al niño, no tendrás que castigar al hombre". Si los chic@s creen que es la forma de tratar a su pareja o ser tratados por su pareja, no es responsabilidad de un libro, es responsabilidad de los padres. Conozco a infinidad de padres que no hablan con sus hijos desde pequeños, no sólo en cuestión de que su cuerpo es suyo y nadie lo puede tocar, sino también de hablar sobre que lo conozcan, que se sientan a gusto con él, que pueden y deben explorarlo desde la punta del cabello hasta la punta del pie; que le pongan nombre a las cosas: pene, vulva, vagina, testículos, masturbación, orgasmo, etc.; que un hombre no es hombre por el simple hecho de cómo y dónde ponga el pene, ni el éxito de su sexualidad depende del tamaño y que la mujer no es valiosa si y sólo si se ha mantenido virgen hasta el matrimonio. Y eso, señoras y señores, se hace desde la infancia, no cuando ya los chicos están en la edad de la punzada. He ahí el porqué muchos chicos confunden el amor con el sexo, porque no les hablaron del sexo con amor; y he ahí el porqué, con tantas herramientas para evitar un contagio de transmisión sexual y embarazos no deseados, siguen habiendo infinidad de casos.

Por ahí también leí que el libro está al mismo nivel que los de Carlos Cuauhtemoc Sánchez. Sí, al de él, al de cañitas y al de cualquier otro libro que te puedas encontrar del tema que quieras. Todos los libros, sin excepción (incluida la biblia), son la cosmovisión del escritor con respecto a su entorno. Cada quien toma de un libro, así como de la vida, lo que mejor le convenga, lo que quiera entender y lo que quiera desechar si lo lees con ojo crítico y no lo asumes como la verdad absoluta. Y todos, así como todo lo que tiene que ver con el arte, la arquitectura y todo lo que está en nuestro entorno, es un mínimo reflejo de nuestra sociedad.

Otros más se atrevieron a comentar que es una soft porn hecha para mujeres casadas. ¿Neta? ¿A estas alturas de la vida siguen creyendo que las mujeres casadas no disfrutamos el sexo o que el hecho de decidir estar con una sola persona nos vuelve esclavas del misionero y sexualmente frustradas y que sólo las solteras viven una sexualidad plena? Perdón, pero todos los que opinan lo mismo, estoy segura que han visto una película porno, y no una sola vez, por tanto, ¿Eso los hace machos sexualmente reprimidos o mental y físicamente impotentes? Si lo analizan objetivamente, las películas porno están hechas bajo el viejo esquema del dominio del macho y la mujer como un objeto. Entonces, ¿Somos o nos hacemos?