domingo, 11 de junio de 2017

Un granito de arena.

Tenía como 6 años. Iba en 1ero. de primaria y ese día mi hermana no fue a la escuela, así que me tocó ir y regresar sola. Vivíamos a un pueblo de la escuela (30 mins. en transporte público, más otros 10 caminando). Me encontraba esperando mi camión, sentada en unas escaleras. De pronto aparecieron 3 chicos, calculo que sus edades oscilaban entre los 18 y los 20 y pico de años.

-         - ¿Estás sola? (uno de ellos preguntó).
-         - Sí.
-         - ¿Estás esperando el camión?
-         - Sí.
-         - ¿Dónde vives?
-         - En San Gregorio.

-         - (Dirigiéndose a sus amigos) Vamos a acompañarla  (asintieron). Te vamos a acompañar (dirigiéndose a mí).

Él se quedó parado sobre la avenida y los otros dos se sentaron en las escaleras. Comenzaron a bromear entre ellos y me hacían reír. Llegó el 1er. Camión y el que conversó conmigo dijo que ese no me llevaba. Me dio vergüenza decirle que cualquiera que pasaba por ahí me llevaba a mi casa, así que tuve que esperar unos minutos más. Llegó otro. El chico le hizo la parada, pero no se detuvo, así que él le mentó la madre. Discretamente me reí. Llegó el tercer camión y me ayudó a subir. Mientras avanzaba el autobús, pude ver que esos tres ángeles continuaron su camino y me sentí dichosa… sí, dichosa. Es una dicha conocer a personas que con poco te hacen sentir mucho. A personas que te dejan una huella imborrable en el alma. Siempre los recuerdo con mucho cariño.

Me hubiera gustado que Valeria se hubiera topado con esos ángeles en aquella combi y no con ese ser cruel y despiadado que le cortó las alas, que le robó la vida. Cuando leí la noticia, no pude evitar llorar. ¡Dios mío! ¿Quién le hace algo así a una inocente criaturita? Solamente un ser sin corazón, un ser despreciable.

He leído tantas noticias tan inhumanas en estas últimas semanas, meses… años… que tengo una combinación de sentimientos. Me siento entre asqueada, triste, impotente, iracunda y temerosa. Todo al mismo tiempo.

El mundo está hecho mierda, tanto, que a veces me pregunto cómo podemos continuar así, haciéndonos de la vista gorda, como si no pasara nada. Lo que nos está matando es la indiferencia.

Cuando leí la noticia de aquella pobre mujer que se sintió vencida por el hambre, la pobreza y decidió abrir las llaves del gas para terminar con su sufrimiento y el de sus hijos y que sus vecinos no dijeron nada, no indagaron el porqué de su ausencia por la escuela, por el vecindario, hasta que no soportaron el olor a podredumbre en el ambiente… más que el de esos cuerpos inertes, la podredumbre de su indiferencia les quedará marcada de por vida.

Así como espero que la culpa sobre quienes recae la muerte de Mireya y sus hijos, no los deje dormir, les haga la vida miserable y se sientan tan desesperados como ella, a quien la ley acorraló para tomar una decisión tan fuerte: matar a sus propios hijos para evitarles el sufrimiento de vivir con un padre violador.

Niños abandonados en las calles, muertos en la guerra, muertos por el hambre, muertos por la pobreza, muertos por la desesperación de una madre, muertas por violencia de género, muertos por la indiferencia… pero de ellos nadie quiere hablar, porque incomoda. Incomoda saber que el machismo mata, que el capitalismo mata, que la indiferencia mata…

¿Y saben por qué incomoda? Porque en el fondo todos somos culpables, todos hemos contribuido a que nuestra sociedad esté hecha una mierda. Cada vez que reproducimos el machismo en nuestros hijos; cada vez que, en lugar de preocuparnos porque sean personas de bien, esperamos que sean personas con bienes; cada vez que, en lugar de darles amor, les damos indiferencia. Si yo no respeto a mis hijos, indudablemente ellos no respetarán a los demás.  

A este mundo le hace falta empatía, compañerismo, solidaridad, respeto, sororidad, en una palabra: humanidad. No se necesita hacer donaciones a una fundación, basta con los pequeños granitos de arena, como acompañar a una niña sola que está esperando el camión sobre la avenida.


Necesitaba sacarlo. Mis pensamientos en voz alta.