jueves, 1 de junio de 2017

Padres acosadores, padres violentos.

Para mí, como madre, todo lo que hacen mis hijos me llena de satisfacción y alegría. Desde el primer llanto, el primer cambio de pañal, la primera palabra, los primeros pasos, las primeras letras, las primeras cartas... ¡Uf! Cada cosa me hace babear, sorprenderme y estar agradecida con Dios y la vida por tenerlos a mi lado. Creo que nos pasa a todas las mujeres que somos madres o a la mayoría; no lo sé de cierto, lo supongo.

Mis hijos ya son unos pubertos, a punto de entrar en la adolescencia. Desde hace varios años yo no decido qué usan para vestirse, pues ellos tienen criterio propio y personalidad que les caracteriza y para mí es primordial dejarlos ser. En estos momentos están en ese punto en el que la toma de decisiones es lo que les va forjando el carácter, con base a la experiencia que van adquiriendo por medio de ellas.

En este punto de su vida, sólo puedo ver cómo poco a poco van <<soltándose de mi mano>>, guiándose por su instinto y por los valores aprendidos en casa. Recurren a mí en busca de consejo o simplemente para comentarme lo que les ha sucedido. 

Obviamente, hay momentos en los que no coincidimos, pues nuestros carácteres son parecidos (finalmente, yo los crié), mas no iguales y de pronto nos enfrascamos en una lucha de poder. Los gritos van y vienen, así como los portazos pero, como en cualquier relación interpersonal, después de la tormenta viene la calma. Después del berrinche de ambas partes (ya sea del mío con ellos o entre ellos), nos sentamos a conciliar, a hacer acuerdos. 

Sé y soy consciente de que hay cosas que ya no me cuentan, ahora hay cosas que sólo conversan con sus amigos. Así que yo he tenido que dar un paso hacia atrás. Comienzo a ser espectadora, maravillándome con sus logros y ¿Por qué no? Tragándome mis comentarios cuando no me convencen algunas decisiones o algunas amistades; eso sí, cuando mi instinto me dice que pueden salir heridos, indudablemente les externo mi preocupación, pero al final, ellos toman sus propias decisiones. 

Hay cosas que todavía no pueden entrar en negociación como salir solos, ir a fiestas tarde o faltar a clases porque tienen flojera; por poner ejemplo.

Entre el estira y afloje, puedo ver que son excelentes seres humanos y académicamente responsables; con sus responsabilidades en casa vamos pian pianito.

Pero, ¿Qué pasa cuando te enfrentas a personas para las que <<un buen hijo>> es aquel que hace lo que los papás quieren?

Alguna vez he comentado que a veces pareciera que mi vida es como la del salmón, nadando contracorriente. Desde chica tuve que enfrentarme a personas y situaciones no muy agradables por tratar de vivir una vida libre, según mis convicciones. Alguna vez un tío me dijo <<Hija, ya peínate, ¿Por qué no te peinas? ¿Qué, eres hippie?>>, Qué ganas de haberle contestado: <<¿Qué te importa?>>. En otra ocasión, cuando me dio por vestirme de negro, una tía creyó importante comentarme: <<Oye hija, deja de vestirte de negro. Ya deja el luto>>. También en una ocasión, cuando iba por la calle después de salir de la prepa, un tipo le comentó a su hija, señalándome: <<Mira, por ejemplo ella, ¡Qué bueno que va a la escuela! Pero qué fea forma de vestirse!>> porque llevaba un pantalón roto, un sueter de esa tela parecida a las jergas y una mochila hippie. Y esas fueron situaciones ligeras, más de una vez me han llamado puta por mi comportamiento o mi manera de vestir.

Vivimos en una sociedad en la que, como dice la canción de Los aterciopelados, sólo nos fijamos en el estuche, no en lo que hay adentro.

Después de tantos años, las cosas no han cambiado, pero ahora me duelen más los estereotipos, pues van dirigidos hacia mis hijos.

Hace unos días lloré de coraje pues llevamos varias semanas siendo acosados por ciertas personas.

Todo comenzó cuando se hizo la primera reunión de padres para ponernos de acuerdo en la realización de la fiesta de fin de año, pues mi hija sale de 6to. de primaria. 

Para mí, el evento es de mi hija, no mío; por tanto, conversé con ella sobre qué era lo que quería y cómo lo quería. 

Cuando externé en la junta que mi hija no quería bailar ni ponerse un vestido, prácticamente se me echaron encima tanto los padres presentes, así como directivos y docentes de la escuela. Desde un inicio escuché frases como <<Nosotros somos los padres, nosotros decidimos, nosotros pagamos>>. En resumen, la voz de los niños no cuenta, sólo la de los adultos porque POR ESO SOMOS SUS PADRES. ¿Neta? ¿El ser sus padres nos da el derecho de pasar por encima de sus deseos y pensamientos, de su personalidad?

Ya se imaginarán cómo se pusieron cuando les dije que, para mí, no tiene nada que ver la iglesia con la escuela, pues están empeñados en celebrar una misa católica y nosotros no profesamos religión alguna. 

Y bueno, como no logramos ponernos de acuerdo, se decidió hacer una junta en casa de una de las familias, con los niños presentes, para escucharlos. Se llevaron propuestas, todas eran con un enfoque adulto: salón, de etiqueta. Yo propuse un jardín que contaba con todo lo necesario para que ellos se divirtieran: tirolesa, cancha de fútbol, puente colgante, brincolín, mesa de futbolito, escaladora... ¿Los pretextos que pusieron para descartar mi idea? Que no había espacio para que bailaran el vals y que, como es un espacio abierto, no podrían llevar a toda la rama familiar que esperan un evento de etiqueta. Juro, no miento, eso pasó. Despues de 3 horas... sí, ¡3 horas! Por fin, decidieron hacer partícipes a los niños para que externaran qué querían hacer para celebrar. ¿Qué decidieron los niños? Irse de fin de semana a cualquier lugar, donde pudieran prolongar la convivencia. Como nos encontrábamos la mayoría de los padres, acordamos que respetaríamos la decisión de los niños. Eso fue un viernes por la tarde-noche. Para el lunes, se retractaron y siguieron con la idea de una fiesta por todo lo alto.

Somos 12 familias, ¡Sólo 12 familias! 

Y bueno, afortunadamente los padres de otras 2 niñas se indignaron con la resolución, pues es una falta de seriedad y respeto hacia los demás, sobre todo hacia los niños. Así que, después de no sé cuantas juntas más, se acordó que sería en casa de uno de los alumnos, sin pretensiones. Alquilaremos inflable, brincolín, habrá música y un juego más.

Pero ahí no termina el drama. Se empeñaron en que los niños se vistan con smoking, así que quieren obligar a las niñas a usar vestido ad hoc. Tanto padres como docentes, comenzaron un acoso prácticamente incesante con los niños de que era un evento importante y que después se arrepentirían de no hacerlo de esa forma y bla, bla, bla. Y, aunque mi hija no quería usar vestido, accedió a hacerlo (En el post anterior les incluí el modelito que mi hija había escogido para darles el gusto) y 3 mamás hicimos hincapié de que, ya que nuestras hijas estaban cediendo en la vestimenta, se respetara el modelo y el color que ellas decidieran. Mi hija escogió un modelo muy a su gusto: vestido negro con detalles blancos (pequeños huesos y una calavera grande en el volado). Fue tan escandaloso el asunto para los padres comprometidos con la moral y las buenas costumbres que una mamá comentó que no iba a permitir que su hijo bailará con una《pandrosa》Obvio, no estaba yo presente, lo hizo cuando estaba con su congregación de la vela perpetua y a mí me lo informó otra mamá  (¡Tan buena samaritana ella!)

Para esto, cuando las niñas comenzaron a platicar sobre el tipo de vestido, todas coincidieron con que no querían nada tradicional, querían vestidos modernos e incluso habían acordado en usar tenis converse, pero los padres volvieron a inmiscuirse. Así que, sólo otra mamá y yo respetamos y respaldamos las decisiones de nuestras hijas; las otras mamás decidieron comprarles vestidos similares, de color coral. ¿El problema? Nuestras hijas fueron víctimas de acoso.

Como mi hija ya les había dicho a sus compañeras que ella quería un vestido negro, comenzaron a molestarla (tanto niños como niñas. No todos, pero siendo un grupo pequeño, son mayoría). Y esto empezó a suceder después de que sus mamás no quisieron comprarles los vestidos que ellas querían. Pero mi hija me decía que a ella no le importaba, que simplemente no les hacía caso. Hasta ahí, todo bien. 

El martes, cuando estábamos comiendo, mi hija me dijo lo siguiente:

- Mami, hoy en la escuela, la profesora de español (su titular) comenzó a preguntarme de qué color era mi vestido, yo no le quería decir para que mis compañeros no comenzaran con sus cosas. Pero la maestra siguió insistiendo e insistiendo delante de todos y me sentí presionada, así que con voz bajita le dije <<negro>>; pero la maestra, casi gritando y con cara de que no le gustaba dijo <<¡¿Negro?!>>, entonces todos comenzaron a hacer comentarios y tal niña dijo: <<El negro la va a cagar>>. 

Para cuando mi hija terminaba de contarme, se le quebró la voz y yo sentí un cúmulo de emociones. La abracé y la consolé.

Después continuó:

- Luego, a mi compañera x se le cayeron algunos útiles y yo me paré a ayudarla a recoger y tal compañera (la del comentario más nefasto) me gritó que no le ayudara; como no le hice caso, cuando estaba recogiendo un bolígrafo, me pisó la mano (nuevamente se le quebró la voz). 

Yo sólo podía sentir una gran impotencia y cómo la ira iba invadiéndome el cuerpo. Le pregunté cómo se sentía y si quería que fuera a intentar resolver la situción en la escuela. Me contestó que no, que ella podía manejarlo, pero sí que hablara con la mamá de la niña en cuestión. Entonces me paré de la mesa y salí al patio. A la primera que le llamé para decirle unas cuantas frescas, fue a la profesora titular, afortunada o desafortunadamente su celular estaba apagado, así que le llamé a la mamá de la niña agresora.

- Yo: Hola fulana, mira, no me ando con rodeos. Te hablo por lo siguiente (le explico).

- Ella: ¡Qué barbaridad! ¡Ay, esa niña! Ya no sé qué hacer con ella. No te preocupes, hablaré con ella. Oye, pero yo creo que hemos dejado que las niñas se involucren mucho en el asunto, ¿No?

- Yo: ... ???

- Ella: Es que, finalmente nosotros somos los padres, nosotros decidimos qué deben usar porque, fíjate que yo a... pues sí la dejo que decida algunas cosas, pero pues tengo que decirle cuando algo se le ve mal. Por ejemplo, mi hija es morena (la mía también) y eso de que use un vestido NEGRO pues como que no se le ve bien. Ella morena y usando ese tipo de color, como que no va. (Cabe mencionar que la niña, para los ojos de su madre, estaba gorda, así que le restringió el alimento; no, no le dio una alimentación balanceada o la llevó al nutriólogo, literalmente comenzó a suspenderle ciertas comidas y eso lo supimos porque la niña llegaba a la escuela sin dinero, sin comida y sin desayunar; así que, varias niñas (incluida mi hija), le llevaban algo o le invitaban algo en la escuela).

En ese momento, ya estaba yo más que enojada, así que le respondí:

《Mira fulana, eso que me estás diciendo ya lo escuché suficiente de ti y de otras mamás. Si para ustedes, decidir sobre sus hijos, está bien, yo no las juzgo ni critico, es su método de crianza y punto. Mi forma de criar a mis hijos es diferente y así como respeto sus métodos, pido exactamente el mismo respeto para los míos. Ustedes decidieron vestir a sus hijas del mismo color, aunque así no lo habíamos acordado y no dije nada, pero tampoco les voy a permitir que sigan con este acoso. En estos momentos te digo que no estoy encabronada, ¡Estoy emputadísima! Me queda claro que por este tipo de estupideces se da el acoso en las escuelas, porque los padres les llenan la cabeza de estupideces a los niños y ellos a su vez, llegan a la escuela a descargar tanta mierda sobre los demás. Esto se viene sucediendo desde hace varias semanas y, mientras a mi hija no le afectaba, yo no hice aspavientos, pero ya le afectó, así que por eso te estoy llamando. A mí me pueden decir lo que gusten y manden, que yo sus pinches comentarios me los paso por el arco del triunfo, pero que sus estupideces le estén afectando a mi hija, ahí sí me voy contra todo. Por tanto, te pido que hables con tu hija, porque ya pasó de la agresión verbal a la física y eso no lo puedo permitir. Así que, o terminan ya, tanto los padres como los niños, con su acoso o me voy a las instancias correspondientes y hasta las últimas consecuencias. ¡Carajo! ¿No se dan cuenta que sus comentarios les afectan a los niños? ¿Que se están metiendo con menores de edad? Me queda claro que los niños, niños son y ellos no tienen la culpa de lo que les hacen los padres. Y mira, yo no estoy diciendo que... sea mala, yo la he tenido en mi casa y es una buena niña (Comentario: sí, me hice cargo en varias ocasiones de ella y de alguna otra porque sus papás son personas muy ocupadas, así que las dejan todo el día solas). Ahora, ¿quieren dar a entender que su método de crianza es mejor que el mío? Pues vámonos a los resultados: mi hija tiene un historial de conducta impecable, así como un excelente historial académico, POR ALGO ESTÁ EN LA ESCOLTA. ¿Qué me pueden decir todos los que se están rasgando las vestiduras y preocupándose por cuál es la mejor vestimenta para el evento de clausura? (Se quedó callada, pues ella sabe perfectamente que tanto su hija como los hijos de las otras que están jodiendo con el tema, han tenido problemas tanto de conducta como de rendimiento académico). Así que te repito: te pido que hables con tu hija para que pare su acoso y a ti, como persona adulta y como madre, te pido que te guardes tus comentarios, inclusive estando con las demás mamás porque así, en bola, como jauría son buenísimas para joder al prójimo. ¿Me quieren joder a mí? Ya veré si las dejo, pero su joder está afectando a mi hija y eso no se los voy a permitir.》

Y bueno, afortunadamente, entendió el mensaje y, por lo menos estos dos días cesaron los comentarios. Espero que, de verdad, la situación mejore.

Confieso que últimamente me siento cansada de estar peleando a la contra, como que últimamente no tengo paciencia para aguantar tanta estupidez. Como siempre he dicho: no nacimos sabiendo, sobre la marcha vamos aprendiendo a ser padres; pero en este asunto no se trata de saber o no ser padres, se trata de personas con mala sangre y muchas ganas de joder y eso les están enseñando a sus hijos: a ser intolerantes y abusivos con quienes piensan y actúan diferente a ellos.